miércoles, 23 de junio de 2010

LA MILÁ CHOCHEA...

Lamento utilizar este término peyorativo pero, reflexionando sobre las causas del desmadre televisivo que La Milá ha protagonizado en la última edición de Gran Hermano, entiendo como la única razón de su desvarío, un descontrol sobre ciertos elementos que ha sido provocado/condicionado por la edad de la presentadora.

Hay muy pocas personas mayores al frente de un programa de televisión.
Iñaki Gabilondo, Maria Teresa Campos o la Milá son una minoría luchando por la audiencia, contra una gran cantidad de profesionales jóvenes.
Esta generalizada tendencia parece mostrar que las cadenas prefieren la novedad, frescura y vitalidad que ofrecen los jóvenes, a la experiencia, serenidad y seguridad que garantizan la labor de los mayores.
Las credenciales que muestran los comunicadores de mayor edad son su bagaje profesional, conseguido gracias a muchos años de experiencia, como aval de su probada credibilidad entre la audiencia. Son valores añadidos a su forma de hacer televisión que han sido aportados por la edad; unas ventajas exclusivas que resultan muy útiles a la hora de seguir trabajando desde su etapa de madurez.

Ventajas que ha malinterpretado La Milá.

Confundida con el paso de los años, ha perdido los papeles que definen su figura de conductora del programa, atribuyéndose derechos totalmente ajenos al rol laboral que desarrolla.
La Milá entiende su edad y experiencia como legítimas licencias profesionales, convencida de haberse ganado el derecho para actuar fuera de los marcos que definen y acotan su función en el programa.
Aferrada a su legitimidad para modificar sus competencias, provoca la ausencia de una definición sobre su figura, y con ello, desencadena un caos que afecta negativamente a los espectadores.
Porque al tratar de manejar en directo el descontrol que ha creado, en ocasiones no sabe como salir del paso. Y entonces tambien ella se descontrola cayendo en patéticos excesos fuera de tono que llegan a provocar vergüenza ajena entre la audiencia.

Segura de su inefabilidad, gracias al fiel respaldo del público, y aferrada a la creencia de que domina totalmente su medio, ha decidido que su voz debe alzarse para escupir sus puntos de vista como verdades absolutas incuestionables.
Cualquier otra visión discordante de las que impone su nombre propio, es machacada de forma absolutista con toda furia...
Y cuando percibe que utilizando la dialéctica no va a ganar la batalla, responde dando un golpe de estado, sustentado en su autoridad como “líder” del programa, justificando lo radical de su actuación en su derecho al libre ejercicio del periodismo independiente.

Esa dictadura del caos tiene consecuencias: afecta al equipo técnico del programa que se ve obligado a trabajar sin el respeto hacia la cadena de mando que es indispensable para realizar un programa emitido en directo.
Porque La Milá no asume la dirección del programa pero, cual profeta conocedor de lo que necesita el programa, altera a su aire y sin respeto ninguno lo planificado por sus verdaderos responsables.



En la televisión del pasado, los conductores eran figuras neutrales ante los contenidos del programa. Actualmente, reclaman el derecho a posicionarse como individuos que ejercen sus libertades, algo totalmente respetable.

Pero La Milá sobrepasa los limites olvidando que tiene ese derecho tan solo sobre los contenidos de Gran Hermano.
El espectador interesado, por ejemplo, en temas sociales, no los busca en Gran Hermano. Posiciones ético/morales que son lícitas en “Diario de...” (el programa de investigación periodística en que también trabaja), no lo son en Gran Hermano. Los espectadores que eligen seguir este reality jamás pensaron en recibir doctrinas o denuncias.
La Milá es la figura responsable de que el formato respete la oferta que define al programa de cara a sus seguidores. Se ha saltado a la torera esas reglas del juego obcecada con su poder para crear opinión desde su púlpito sin reparar en la traición a la soberanía que merece tener la audiencia.

La edad de la Milá es su coartada para declamar con proselitismo feminista en defensa de concursantes totalmente equivocadas, hace gala de malas formas escandalosas con los concursantes criticos a su visión y escupe juicios despectivos sobre otras maneras de entender el mundo distintas a las suyas. Esta temporada ha convertido en valor universal “ the name of love” para defender simples cuestiones hormonales de adolescentes descontroladas. Continua tratando de educar con alegatos contra el tabaco en un programa donde se permite fumar (cuando el posicionamiento lógico para defender el tema sería fijar la prohibición del tabaco como regla del concurso )...
Tantas salidas de tono provocadas por el peso de los años mal entendidos, evidencian acertada mi afirmación de que LA MILA CHOCHEA como intento para comprender las causas del comportamiento de la periodista. Mercedes Mila no ha sabido adaptar su edad para ejercer su profesión. No se da cuenta de las consecuencias que tienen sus actuaciones sobre la imagen de los mayores que está transmitiendo, ya que continúa perpetuando ese rol negativo de inestabilidad que nos han asignado los medios desde tiempos remoto.

felizaminelli

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